miércoles, 4 de julio de 2012

MEMORIAS DE UN PARADO XXII -Vallvidrera-

Ayer, acabé de leer "Caballo de Troya 9". Un tocho de casi 1200 páginas, que acaba de una manera un poco rara, como de forma precipitada.
He empezado a leer un libro para Dummies, que habla de economía y que está escrito por Leopoldo Abadía. Me lo pulo en tres días como mucho.
Mientras tanto, en el móvil me he bajado "Blancanieves debe morir" y así cuando me siento en la playa o en el paseo puedo seguir dedicándome a mi afición favorita que es leer.
Las ideas de Leopoldo Abadía son bastante interesantes. Me hace mucha gracia cuando habla de SAN QUIRICO.
En el anterior régimen no estaba permitido el catalán escrito, incluso los topónimos o los nombres. Abadía cita, que él es tan mayor que estudió en Terrassa, cuando se llamaba Tarrasa y lo de San Quirico, supongo que se refiere a que debe de vivir en una población cercana a Sabadell y Terrassa que se llama Sant Quirze del Vallés.
Yo conocía esos nombres porque mi abuelo tenía una casita en un pueblo (ahora barrio) de Barcelona, detrás del Tibidabo que se llama Vallvidrera.
Para ello teníamos que coger en la Plaza de Cataluña los Ferrocarriles Catalanes y bajarnos en la parada que se llamaba "apeadero de Vallvidrera". Lógicamente, sabíamos todas las paradas de la línea y una de ellas era San Quirico.
Ahora no sé como se llaman las paradas porque hace mucho tiempo que no tomo ese medio de transporte.
Lo mismo ocurre con el metro, que entre las ampliaciones y los cambios de nombre, como no vivo en Barcelona, cuando voy tengo que mirarme varias veces el recorrido para acertar con la parada.
Cuantos veranos pasé en Vallvidrera y cuantos recuerdos. Se accedía por un sendero estrecho que conducía desde el tren hasta la casa y que representaba unos diez minutos andando.
Mis abuelos, que eran encantadores, pasaban las vacaciones allí y mi abuelo solía ir todo el año, para dar una vuelta y cuidar el huerto.
Allí, siendo muy pequeños, nos metían en un balde grande de aluminio o latón y nos cortaban el pelo al "cero" porque decían que era lo mas sano en esa época.
Mi abuelo tenía ciruelos, cerezos, melocotones, melones, sandías, pimientos, berenjenas, un bancal de fresas deliciosas, un pozo con agua en el que nos podíamos pasar horas y horas porque tenía eco. Un palomar, sin palomas que utilizaba para guardar las herramientas y flores, una entrada llena de flores.
La casa era muy pequeñita, pero el porche lo había cerrado y le llamaban la "glorieta", aunque nunca he sabido demasiado que quiere decir esa palabra.
Allí había una mesa en la que cabíamos todos.
La casa estaba en un alto y bajando había un estanque al que llamaban "el pantano". Mas abajo un bosque muy frondoso, perteneciente a la sierra de Collserola y un misterioso túnel sin vía, que después con los años me enteré de su significado. Era la Mina Grott. Podeis verlo en Wikipedia http://es.wikipedia.org/wiki/Mina_Grott
También había otros niños con los que jugábamos y que con el paso de los años he perdido todo el contacto.
Hoy en día, lucho para que mis nietos puedan tener un contacto directo con la naturaleza, sepan identificar las plantas, sepan lo bonito que es plantar una semilla, regarla y cuidarla para que dé fruto.
Eso y otras muchas cosas fue lo que yo aprendí en Vallvidrera. A internet y a los móviles e incluso al CD les quedaban muchos años por llegar.

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