Hoy todavía no he salido, porque ando enviando curriculums y recordatorios a todos los que les he ejercido una labor comercial.
Toro es una población de la provincia de Zamora, que no llega a 10 mil habitantes, pero que se caracteriza por tener una gran industria agroalimentaria, sobre todo en la elaboración de vino y en el cuidado de los caldos que dan fama a la Denominación de Origen Toro.
También existen muchas fábricas de queso, tanto artesanales como industriales, con especialidades en el trabajo con leche cruda de oveja.
Nos dedicamos a visitar a todos y hacernos propaganda, que buena falta nos hace.
Ayer, lunes que los madrileños tenían fiesta, eran los que plagaban la población como auténticos "guiris de meseta", cosa que seguro agradecieron las tiendas de pastas, vinos y recuerdos.
Comimos en el Restaurante Catayo, de D. Luis Andrés Bernal, que nos atendió fenomenal.
Si hay algún monumento que todo el mundo que va a Toro debe visitar, es la Colegiata de Santa María la Mayor, joya del románico de transición.
Pues bien, el restaurante está casi al lado. Es un local, grande, muy limpio y arreglado, en el que da gusto entrar, porque cuando ves en otros sitios, los cristales de fuera y piensas si tendrán así la cocina, lo mejor es salir corriendo.
Yo comí una sopa castellana, que eran las típicas sopas de ajo, con jamón y huevo duro, que estaban exquisitas y me quitaron la tontería del frío pasado durante todo el día. De segundo un filete, también muy bueno, con patatas fritas.
Mi esposa pidió de primero espárragos con jamón y de segundo merluza a la plancha, según me dijo también muy bueno.
De postre Tarta San Marcos y natillas, regado con vino de la casa, agua y un poco de gaseosa que se encaprichó mi esposa.
Todo nos costó 20 euros, lo cual no está nada mal para los tiempos que corren.
Quizá deberían de poner la calefacción un poco mas alta, sobre todo en días fríos como ayer, pero lo demás todo muy bien.
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