Debemos de estar en eso que le llaman "el veranillo de San Miguel", que es el 29 de este mes, pero que parece se ha avanzado un poco. Ayer había 32ºC, aunque hoy, se está bien, pero anda el cielo con algunas nubes. Nada importantes, por lo que se espera un día de calor.
Todavía me quedan muchas cosas en el tintero del viaje a Milán y ando haciendo balance de todo, preparando documentación y enviando correos, por lo que apenas tengo tiempo de nada.
El hecho de quedarme solo, pues, como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Después de estar 3 meses acompañado, pues ahora tengo que ocupar todo el tiempo para no pensar en la soledad de estos días.
Por otro lado, pues esa, precisamente, es una de las ventajas, poder hacer cosas continuamente.
Acabo de bajar las fotos, que como el President Maragall, son de móvil y a veces, después de llamar, no queda todo lo limpio que uno desearía, por el uso.
El libro de Maragall, con sus fotos de móvil, está muy bien, lo vi hace un tiempo en El Corte Inglés, pero, claro, a él aunque sea un "truño" no va a tener problemas en publicarlo, no como los demás mortales, a los que no nos publican nada de nada.
Hubo una cosa que me llamó la atención y que he denunciado siempre:
Cuando, después, me encontré con estas simpatiquísimas señoras, me di cuenta que los políticos gozan de la misma fama, a un lado y otro del Duero. De corruptos, de aprovechados, de mirar solo para su bolsillo e importarles poco los problemas del pueblo y de que les importa muy poco que salga Merkel o no, que lo verdaderamente importante es que haya trabajo y no necesidad.
Antes de que se hiciera la zona nueva, de tiendas, en Miranda do Douro y como las carreteras, igualmente, estaban hechas una porquería, la gente iba a comprar el café, las toallas y los paños de cocina a Bemposta. Ahora allí no queda ningún comercio. Solo 4 bares (por cierto el cortado 50centimos) y una panadería que está en las afueras del pueblo, donde compré una hogaza por 1,20 euros, muy buena, tamaño grande.
Todavía me quedan muchas cosas en el tintero del viaje a Milán y ando haciendo balance de todo, preparando documentación y enviando correos, por lo que apenas tengo tiempo de nada.
El hecho de quedarme solo, pues, como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Después de estar 3 meses acompañado, pues ahora tengo que ocupar todo el tiempo para no pensar en la soledad de estos días.
Por otro lado, pues esa, precisamente, es una de las ventajas, poder hacer cosas continuamente.
Acabo de bajar las fotos, que como el President Maragall, son de móvil y a veces, después de llamar, no queda todo lo limpio que uno desearía, por el uso.
El libro de Maragall, con sus fotos de móvil, está muy bien, lo vi hace un tiempo en El Corte Inglés, pero, claro, a él aunque sea un "truño" no va a tener problemas en publicarlo, no como los demás mortales, a los que no nos publican nada de nada.
Hubo una cosa que me llamó la atención y que he denunciado siempre:
Me fui en el Alvia, desde Zamora hasta Madrid y al otro lado había dos chicas, que no bajaban de la treintena, que viajaron con los pies encima del asiento, como se puede ver en las fotos que les hice. Pues bien, son unas marranas, unas auténticas marranas.
Cuando viajaba a Barcelona, en el tren de cercanías para ir a trabajar, se veía incluso a personas mayores que ponían los pies en el asiento de delante, para ir mas cómodos. Son unos marranos.
En Calafell, cuando luce el sol, en las terrazas, también se puede ver a gente que pone los pies en la silla de delante. Otros marranos.
Como para ir con traje a trabajar en el tren. Lo que hay que llevar es traje, si, pero de neopreno, porque de lo contrario vas a llegar hecho un cuadro a la reunión o la oficina, después de que los marranos hayan hecho de las suyas.
Bueno, cambiando de tema, ayer estuve en un pueblo de Portugal, que está muy cerca de aquí y que se ve desde la Ermita de Pereña, que se llama Bemposta. Hay que ir hasta Fermoselle, pueblo fronterizo donde los haya, bajar hasta el Duero y subir hasta Bemposta.
Es curioso que el río no divide a los pueblos, sino que los une. El intercambio en estos momentos es constante. Hay ancianos portugueses en la residencia de Fermoselle y ahora va a ser al revés, porque están construyendo una muy grande en Bemposta. También el trasiego de trabajadores fronterizos es contínuo.
A mi abuelo, como a tanta otra gente, nunca les detuvo el río, aunque en la época de contrabando, después de la guerra civil, atravesaban atados con cuerdas (no sabían nadar), por el punto mas bajo de caudal, cosa ahora imposible porque el cauce está regulado por los diferentes saltos y presas.
Mi abuelo iba a hacer albardas, a mano y a domicilio. Las albardas eran esas almohadillas que se ponía en el lomo de las caballerías para que no les lastimara la carga.
Las portuguesas atravesaban, con tal de vender café o tabaco, productos que escaseaban en una zona completamente arrasada, tras el conflicto nacional.
Este fin de semana tienen en Portugal elecciones municipales, aunque también deben de ser a las Cámaras o Diputaciones. Como siempre, los políticos no descansan pensando en agarrar el sillón y la furgoneta de un partido de derechas (pregunté de que signo eran) iba dando la matraca con la música a todo volumen y enarbolando banderas para que votaran a un tal Antonio Pimentel.
Cuando, después, me encontré con estas simpatiquísimas señoras, me di cuenta que los políticos gozan de la misma fama, a un lado y otro del Duero. De corruptos, de aprovechados, de mirar solo para su bolsillo e importarles poco los problemas del pueblo y de que les importa muy poco que salga Merkel o no, que lo verdaderamente importante es que haya trabajo y no necesidad.
El sur de Europa estamos a expensas de una panda de locos en forma de Troika, que hasta que no nos lleven a la miseria mas absoluta no van a parar. Mientras tanto, el Presidente Rajoy ha sido el primero en felicitar a la Canciller alemana, ¿comulga con sus ideas o tiene el síndrome de estocolmo?
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