Entre nubes y claros, pasamos todo el día. A ratos sale el sol, a ratos llueve, a ratos hace viento.
Mañana se va Blanquita, por lo que destinaré casi todo el día a llevarla al aeropuerto de Villanubla en Valladolid, puesto que me tendré que quedar por si estos tíos de Ryanair o los de seguridad le ponen cualquier pega con el equipaje.
El aeropuerto de esa Ciudad es uno de esos aeropuertos que se deberían haber promocionado, pero que ahora languidecen, tras la llegada del Ave a Pucela. No hay color y los pequeños comerciantes no quieren creer que los días de fiesta la gente se va a Madrid a comprar, puesto que está abierto todos los días e incluso muchos sitios las 24 horas.
Ellos siguen con el erre que erre de los 8 festivos al año, de que abrir mas no va a dar mas trabajo y de que las cosas tienen que seguir como están. En definitiva lo que sigue como está, pero a peor es el cierre de establecimientos, porque la gente no está para comprar, por mucho que el Gobierno diga que mas que brotes verdes esto ya es una selva entera.
Los conflictos laborales siguen su marcha. El mas sonado el de Panrico, donde los Mossos de Esquadra cargan sin piedad contra los trabajadores, pero acto seguido, después de zurrar a unos cuantos y aporrearlos bien, piden comprensión cuando ellos se manifiestan en defensa de su paga extra u otros derechos laborales.
Hoy Domingo, día aburrido de por sí, pues aún ha sido un poco mas triste en pensar lo que voy de echar de menos a Blanquita. Menos mal que ahora podemos hablar, incluso tener video conferencias, que cuando yo era pequeño y no tan pequeño, las comunicaciones eran tremendas.
Había que solicitar una conferencia y unas señoritas que manejaban unos tableros llenos de cables en Telefónica, lo hacían por riguroso orden, por lo que podían pasar horas hasta que te pudieras comunicar.
En León, cuando llamábamos a Villalquite y llegaba, lo hacía a Quintana de Rueda y la telefonista lo pasaba al teléfono rural, que por suerte estaba en casa de la familia.
En Reliegos no sucedía eso, sino que el teléfono del pueblo estaba en un bar que se llamaba "Avoces". No se si ese era el apellido del hombre, a quien también se le llamaba así o era porque no le quedaba otra que ir a dar los avisos.
En Pereña, se que en la Plazuela, al lado de mi casa había un edificio que le llamaban "el de telefónica", porque sería donde se ubicaba el teléfono público.
Intimidad poca, porque si querias llamar desde el pueblo se enteraba la telefonista, la que te ponía la conferencia y cualquiera que pasara por allí por los gritos que había que dar para que te escucharan por el otro lado.
Bien entrada la democracia, España era el único país, del mundo civilizado, donde no se tarificaba por tiempo sino por un contador, que marcaba lo que a Telefónica le daba la gana y que llamaban "pasos". Incluso un ministro, no recuerdo si de la UCD (el partido de Adolfo Suárez) o del PSOE de Felipe González, dijo que: "en España nunca se tarificará por tiempo". Demostrando que, ya entonces, los ministros llegaban al poder por ser "amigo de...." y estar en el Partido desde jovencitos.
Cuando hubo una intoxicación porque habían metido aceite industrial en el aceite de colza, produciendo miles de víctimas, otro "iluminati" del Gobierno, puesto que no se sabía exactamente lo que pasaba dijo: "el microbio de la colza es tan pequeño, que si se cae del microscopio al suelo se mata".
Las cartas no era un medio mucho mejor. Tardaban semanas. Por ejemplo para enviar una carta de Barcelona a Pereña, podía tardar bastantes días. Como no había códigos postales pues había que poner "via Ledesma". Nunca supe porqué, ya que los carteros si que sabrían donde estaban los pueblos ¿no? y si ponías provincia de Salamanca, pues no enviarían la carta a Castellón.
Tambien decían que si ponías el sello al revés, que tenían la efigie del General Franco, es que eras "rojo" o "comunista", osea con la cabeza para abajo y que pasaría la Guardia Civil a buscarte para meterte una temporada en la "Pensión Las Rejas".
Yo lo hice hará dos años con un sello que llevaba la cara del Rey Don Juan Carlos, pero no lo hice a propósito. Era una postal de Navidad para Paulino, en León. Lo cierto es que cara abajo o cara arriba fue la primera en llegar. Le enganché el sello y como la cosa no está para perder 50 céntimos, pues cuando la fuí a meter en el buzón me di cuenta que estaba al revés. La eché igual y así llegó. Si la hubieran visto mis padres ya me hubieran dicho: "hijo, no lo hagas que te vas a meter en un lío".
Si todas estas cosas, las cuento ahora a los jóvenes, seguro que se piensan que son "las historias del abuelo". Pero, lo triste, es que todas esas cosas pasaban.
Mañana se va Blanquita, por lo que destinaré casi todo el día a llevarla al aeropuerto de Villanubla en Valladolid, puesto que me tendré que quedar por si estos tíos de Ryanair o los de seguridad le ponen cualquier pega con el equipaje.
El aeropuerto de esa Ciudad es uno de esos aeropuertos que se deberían haber promocionado, pero que ahora languidecen, tras la llegada del Ave a Pucela. No hay color y los pequeños comerciantes no quieren creer que los días de fiesta la gente se va a Madrid a comprar, puesto que está abierto todos los días e incluso muchos sitios las 24 horas.
Ellos siguen con el erre que erre de los 8 festivos al año, de que abrir mas no va a dar mas trabajo y de que las cosas tienen que seguir como están. En definitiva lo que sigue como está, pero a peor es el cierre de establecimientos, porque la gente no está para comprar, por mucho que el Gobierno diga que mas que brotes verdes esto ya es una selva entera.
Los conflictos laborales siguen su marcha. El mas sonado el de Panrico, donde los Mossos de Esquadra cargan sin piedad contra los trabajadores, pero acto seguido, después de zurrar a unos cuantos y aporrearlos bien, piden comprensión cuando ellos se manifiestan en defensa de su paga extra u otros derechos laborales.
Hoy Domingo, día aburrido de por sí, pues aún ha sido un poco mas triste en pensar lo que voy de echar de menos a Blanquita. Menos mal que ahora podemos hablar, incluso tener video conferencias, que cuando yo era pequeño y no tan pequeño, las comunicaciones eran tremendas.
Había que solicitar una conferencia y unas señoritas que manejaban unos tableros llenos de cables en Telefónica, lo hacían por riguroso orden, por lo que podían pasar horas hasta que te pudieras comunicar.
En León, cuando llamábamos a Villalquite y llegaba, lo hacía a Quintana de Rueda y la telefonista lo pasaba al teléfono rural, que por suerte estaba en casa de la familia.
En Reliegos no sucedía eso, sino que el teléfono del pueblo estaba en un bar que se llamaba "Avoces". No se si ese era el apellido del hombre, a quien también se le llamaba así o era porque no le quedaba otra que ir a dar los avisos.
En Pereña, se que en la Plazuela, al lado de mi casa había un edificio que le llamaban "el de telefónica", porque sería donde se ubicaba el teléfono público.
Intimidad poca, porque si querias llamar desde el pueblo se enteraba la telefonista, la que te ponía la conferencia y cualquiera que pasara por allí por los gritos que había que dar para que te escucharan por el otro lado.
Bien entrada la democracia, España era el único país, del mundo civilizado, donde no se tarificaba por tiempo sino por un contador, que marcaba lo que a Telefónica le daba la gana y que llamaban "pasos". Incluso un ministro, no recuerdo si de la UCD (el partido de Adolfo Suárez) o del PSOE de Felipe González, dijo que: "en España nunca se tarificará por tiempo". Demostrando que, ya entonces, los ministros llegaban al poder por ser "amigo de...." y estar en el Partido desde jovencitos.
Cuando hubo una intoxicación porque habían metido aceite industrial en el aceite de colza, produciendo miles de víctimas, otro "iluminati" del Gobierno, puesto que no se sabía exactamente lo que pasaba dijo: "el microbio de la colza es tan pequeño, que si se cae del microscopio al suelo se mata".
Las cartas no era un medio mucho mejor. Tardaban semanas. Por ejemplo para enviar una carta de Barcelona a Pereña, podía tardar bastantes días. Como no había códigos postales pues había que poner "via Ledesma". Nunca supe porqué, ya que los carteros si que sabrían donde estaban los pueblos ¿no? y si ponías provincia de Salamanca, pues no enviarían la carta a Castellón.
Tambien decían que si ponías el sello al revés, que tenían la efigie del General Franco, es que eras "rojo" o "comunista", osea con la cabeza para abajo y que pasaría la Guardia Civil a buscarte para meterte una temporada en la "Pensión Las Rejas".
Yo lo hice hará dos años con un sello que llevaba la cara del Rey Don Juan Carlos, pero no lo hice a propósito. Era una postal de Navidad para Paulino, en León. Lo cierto es que cara abajo o cara arriba fue la primera en llegar. Le enganché el sello y como la cosa no está para perder 50 céntimos, pues cuando la fuí a meter en el buzón me di cuenta que estaba al revés. La eché igual y así llegó. Si la hubieran visto mis padres ya me hubieran dicho: "hijo, no lo hagas que te vas a meter en un lío".
Si todas estas cosas, las cuento ahora a los jóvenes, seguro que se piensan que son "las historias del abuelo". Pero, lo triste, es que todas esas cosas pasaban.
1 comentario:
Según tengo entendido,el aceite de colza nunca existió,(era un pesticida patrocinado por la casa Bayer llamado "Nemacur"),si lo buscáis por el google,podréis leer mucha información.
En plena democracia ocurrieron muchas porquerías,que aun están por medio aclarar, (o por aclarar del todo,cada cual que saque sus propias conclusiones,claro),el robo de bebes (dicen que 300.000),lo de la colza,(dicen que murieron unos 3000 españoles),el crimen de Alcasser.Todo ello es historia reciente que ha quedado como ya sabeís.
sc
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